La civilización de la vid y del
vino era una realidad en las tierras riojanas hace ya más de dos mil años.
Afirmaciones que se han podido comprobar gracias a los testimonios de numerosos
restos arqueológicos de lagares y bodegas procedentes de la época romana.
Dicha cultura vitivinícola se llevó a cabo, durante la Edad Media, sobre todo en los monasterios. Ejemplo de ello es el famoso Monasterio de San Millán de la Cogolla donde Gonzalo de Berceo (escritor riojano que se educó en este mismo monasterio y donde más tarde ejercería de clérigo) utilizó la poesía como medio para ensalzar las virtudes del exquisito vino riojano. Es mucha la importancia que ha tenido la actividad vinícola en la Comunidad Riojana, ya que desde hace muchos siglos se caracteriza por ser junto con el cereal el cultivo de mayor rentabilidad de la región.
El vino riojano, al igual que otros vinos europeos, comienza a ser producto de mercado en la transición de la época medieval a la época moderna con el fin de atender a la creciente demanda, lo que fomentó la modernización del comercio del vino: aumentando las zonas vinícolas, apareciendo nuevos instrumentos de trabajo y mantenimiento la amplia oferta de trabajo para las épocas de cosecha. Hasta el punto de que en 1787 se creó la Real Junta de Cosecheros, cuyo objetivo era el fomento del cultivo de la vid, contribuir a la mejora de la calidad de los vinos y facilitar la comercialización en los mercados del norte, por lo que su dedicación prioritaria fue construir y mejorar caminos y puentes para unir los pueblos especializados en este producto riojano con ciudades como Vitoria O el puerto de Santander.
A partir de aquí todo fueron avances y mejora para el fomento de un producto que resultaba muy rentable para una comunidad tan pequeña; se introducen nuevos métodos de elaboración y crianza de vinos y se empiezan a crear grandes bodegas algunas de las cuales todavía hoy existen y cuentan con una impresionante historia. Ilustres bodegueros como Luciano Murrieta, Camilo Hurtado de Amézaga o Rafael López Heredia, constituyen el máximo exponente de la definitiva introducción del concelto de calidad de los vinos Rioja.
Dicha cultura vitivinícola se llevó a cabo, durante la Edad Media, sobre todo en los monasterios. Ejemplo de ello es el famoso Monasterio de San Millán de la Cogolla donde Gonzalo de Berceo (escritor riojano que se educó en este mismo monasterio y donde más tarde ejercería de clérigo) utilizó la poesía como medio para ensalzar las virtudes del exquisito vino riojano. Es mucha la importancia que ha tenido la actividad vinícola en la Comunidad Riojana, ya que desde hace muchos siglos se caracteriza por ser junto con el cereal el cultivo de mayor rentabilidad de la región.
El vino riojano, al igual que otros vinos europeos, comienza a ser producto de mercado en la transición de la época medieval a la época moderna con el fin de atender a la creciente demanda, lo que fomentó la modernización del comercio del vino: aumentando las zonas vinícolas, apareciendo nuevos instrumentos de trabajo y mantenimiento la amplia oferta de trabajo para las épocas de cosecha. Hasta el punto de que en 1787 se creó la Real Junta de Cosecheros, cuyo objetivo era el fomento del cultivo de la vid, contribuir a la mejora de la calidad de los vinos y facilitar la comercialización en los mercados del norte, por lo que su dedicación prioritaria fue construir y mejorar caminos y puentes para unir los pueblos especializados en este producto riojano con ciudades como Vitoria O el puerto de Santander.
A partir de aquí todo fueron avances y mejora para el fomento de un producto que resultaba muy rentable para una comunidad tan pequeña; se introducen nuevos métodos de elaboración y crianza de vinos y se empiezan a crear grandes bodegas algunas de las cuales todavía hoy existen y cuentan con una impresionante historia. Ilustres bodegueros como Luciano Murrieta, Camilo Hurtado de Amézaga o Rafael López Heredia, constituyen el máximo exponente de la definitiva introducción del concelto de calidad de los vinos Rioja.
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